Sentimentalismo o determinación
“Conocer de dónde venimos para saber
hacia dónde vamos”, una frase hecha que usamos a menudo, sin embargo, su
popularidad no hace que sea menos cierta. El contenido del ensayo “Mensaje sin
destino” puede asociarse con este dicho. Mario Briceño Iragorry escribe en 1951
un texto en el que alega la existencia de una crisis de pueblo. “Esto de las
“crisis” parece ser tema de permanente actualidad entre nosotros”, comenta el
autor, y, podría decirse que es acertado, si se toma en cuenta los comentarios
de Uslar Pietri y López Contreras que hacen alusión a crisis literaria y a
crisis de hombres, respectivamente. Además, con nuestra acontecida realidad de
pleno siglo XXI, Venezuela es un país que da bastante de qué hablar en cuanto a
crisis se refiere.
Briceño Iragorry señala que en el país presentaba
una carencia de densidad histórica, lo cual se traduciría como un conocimiento
ingenuo y superficial de nuestra propia historia. El escritor hace énfasis en
el culto que se le rinde a los hombres que ayudaron a independizaron a la nación
desde una perspectiva más sentimental que reflexiva. Y, tal vez, ese sea una de
los tantos problemas, actuamos desde lo pasional y no desde lo racional. Los
hechos no son juzgados objetivamente, es decir, y tal como indica el anteriormente
citado, a través de una metodología que
conduzca a un cabal y lógico examen del pasado.
“Hemos visto más a la liturgia de las efemérides que el
permanente valor funcional de la historia como creadora de actos nuevos. Hemos
dado preferencia a la parte teatral de las circunstancias sobre los propios
fines y resultados de éstas”
Venezuela ha contado a lo largo de los
años con gobernantes que pretenden grandes empresas. Sin embargo, estos rimbombantes
planes parecen contar solamente con rimbombantes nombres, el trasfondo es menos
lustroso. El país “ha nacido tantas veces como regímenes personalistas ha
soportado” comenta pertinentemente Briceño Iragorry; y es que mucho de nuestros
gobernantes asumen el papel de héroe que pretende salvar al pueblo de la
desgracia en la que han estado viviendo. Se han tomado la libertad de
reinterpretar ciertos hechos pasados basándose en sus propias creencias e
ideologías y establecerlos como verdades absolutas. Pero, a pesar del aire
épico que adoptan ciertos personajes, no parecen concientizar que el cargo que
ocupan significa una responsabilidad que va más allá de ellos mismos y sus
aspiraciones de grandeza.
Mariano Picón Salas, en su ensayo “Cultura
y sosiego”, comenta que eso que llamamos problemas contemporáneos, a menudo son
cuestiones que han ocurrido desde siempre, pero que ignoramos por nuestro
empeño en descalificar al pasado. Briceño Iragorry expone que los sucesos pretéritos
suelen contemplarse como obsoletos o como épocas llenas de gloriosas e
irrepetibles hazañas que son recordadas y enaltecidas por su grandeza.
Venezuela cuenta con un mausoleo de grandes historias. No nos enfocamos en el estudio reflexivo de los contextos y las
causas que generaron ciertos hechos con el fin de transformar la historia en un
factor útil que permita el progreso en el presente.
El exceso de pathos en el discurso de los líderes tiende a caer en el
radicalismo, Briceño Iragorry cuando afirma que la historia es contemplada
desde el sentimentalismo, también comenta lo radical que se puede llegar a ser
con los juicios. La acción de desligar la emoción de la razón es más fácil en la teoría que en la práctica, pues los seres humanos somos sumamente emocionales. Esta característica no
suele estar exenta en los dirigentes. Bolívar es el mismo hombre que propuso
luchar contra la naturaleza si esta se oponía, y también el que confesó en sus
últimos momentos que había arado en el mar.
“(…) nuestro empeño de olvidar y de improvisar ha sido la causa
primordial de que el país no haya logrado la madurez que reclaman los pueblos
para sentirse señores de sí mismos. ¿No nos quejamos diariamente de la falta de
responsabilidad con que obran quienes asumen cargos directivos sin poseer la
idoneidad requerida? Pues justamente ello proviene del desdén con que se
miraron los valores antecedentes sobre los cuales se construye el dinamismo
defensivo de la tradición”
Sin embargo, lo
idóneo sería que aquellos encargados de dirigir el país tuvieran la capacidad
de concientizar, que la labor que llevan a cabo tendrá eco en el futuro y no en
el pasado, que tendrá un impacto en cada uno de los habitantes de la nación, que
su tarea está dirigida a proveer una estrategia que beneficie a Venezuela a
largo plazo. Dirigentes con propuestas
que van más allá de autodenominarse la cara que representa el sentimiento de
todo un pueblo, o de afirmar que si alguien se opone a ciertas ideas es enemigo de
la nación, o que se enfocan en rencillas fútiles buscando probar la
culpabilidad de dicho enemigo en aquellas u otras crisis. La buena planificación
es la que determinará el éxito de un país, pues tal como se afirma Briceño
Iragorry: “los cortos espacios que marca un régimen o un sistema político, no
cuentan para deshacer la continuidad histórica de una nación”.
“Sin sentirse responsables de lo que siga como consecuencia
histórica de sus actos, han visto al pasado para justificar su ascenso a los
nuevos comandos, y entonces, en tono de augures y comparando el escaso puchero
de ayer con el opulento banquete de hoy, han declarado: antes de mí era el caos”
La historia determina y conocerla, además
de ayudar a comprender la idiosincrasia de un pueblo, permite entender si
ciertas medidas políticas, económicas o sociales son aplicables o no a una
determinada sociedad. Imponer un sistema que pretenda anular la tradición, significaría
anular una identidad. Hay una razón por la cual ciertas cosas son como son y los
ideales de los gobernantes no deberían estar por encima de la identidad de un
país, no sería lo ideal someter a este último por el primero.
La falta de respeto por las formas, las
tradiciones y las ideas opuestas ocasionan heridas difíciles de sanar. Como
ciudadanos pertenecientes a este país es importante recordar todos somos
responsables de su porvenir, que los contratos sociales señalan que nuestras
acciones afectan de alguna manera a los demás.
“Si
admitimos la solidaridad de la comunidad, hemos de aceptar nuestra relativa
participación en los triunfos y en los errores de nuestros compañeros de
patria. Como personas podemos de ellos diferir; como individuos, a la par integrantes
de una colectividad, somos parcialmente responsables de sus actos. También los
derechos y las franquicias políticas nos son garantizados en proporción al
grado de posibilidad de que los gocen los demás”
No es posible cambiar el pasado o tratar de
redefinirlo son intentos tan inútiles como justificar el mal presente con el
anterior. Quizás, Venezuela necesite de ciudadanos con una determinación fija, que
aboguen más en favor de la razón y no de dejarse llevar por sentimentalismos inestables.
A veces, decidir y actuar con mente fría es lo más conveniente, sobre todo si
lo que está en juego es el porvenir de un país entero.
Referencias bibliográficas
Briceño I, M. (1951). Mensaje sin destino.
Picón S, M. Cultura y sosiego.
Disponible en: https://sociofilosofia.files.wordpress.com/2014/10/picon-salas-cultura-y-sosiego.pdf
Referencias bibliográficas
Briceño I, M. (1951). Mensaje sin destino.
Picón S, M. Cultura y sosiego.
Disponible en: https://sociofilosofia.files.wordpress.com/2014/10/picon-salas-cultura-y-sosiego.pdf
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